DOCTORADO_HONORIS_CAUSA
 

Por: Lcda. Ma. Dolores Elmir B.
Dirección de Relaciones Institucionales 
 

Compartimos con nuestros lectores, el artículo “DOCTOR HONORIS CAUSA” publicado en el Diario Hoy, versión digital el día 02 de abril de 2012 por el columnista Diego Araujo Sánchez.
 

Solo tres doctorados honoris causa ha otorgado la Escuela Politécnica Nacional a lo largo de su historia. Uno de esos tres concedió, dos semanas atrás, a Simón Espinosa Cordero. Pocas veces puede decidirse que un título honorífico sea tan acertado como este. Ni conveniencias circunstanciales, ni una simple formalidad política o diplomática inspiraron la decisión del Consejo Politécnico; en este caso, solo méritos.

Para decirlo con la agudeza irónica de Simón, aunque le hayan informado que en estos tiempos se ha cotizado a elevado valor el honor en la bolsa de Quito, bien conoce que esa causa no tiene precio, ni posibilidad de retribuirse con todo el dinero del mundo. Se pueden ponderar los méritos en la formación de Simón Espinosa dentro del rigor de la orden jesuita; sus estudios de humanidades, de Filosofía y Teología; la familiaridad con el latín y griego; sus lecturas numerosas y el conocimiento privilegiado de la lengua y la literatura. Centenares de estudiantes en la Católica de Quito recuerdan al extraordinario profesor. En las páginas de Diario HOY ha dado testimonio por cerca de 30 años del mejor periodismo de opinión. Se puede también ponderar su fructífera tarea en las publicaciones del Centro de Investigación y Cultura del Banco Central en los ochentas, como la creación de la revista Cultura; o el conocimiento y reflexión sobre la historia, al trazar biografía y obra de los presidentes del Ecuador en publicación especial de Vistazo. Pero más allá de los méritos intelectuales y académicos; de su tarea docente, del ejercicio del periodismo, y de su trabajo intelectual y en la promoción de la cultura, Simón exhibe una calidad excepcional como ser humano. Varios rasgos sobresalen en la recia personalidad de este ecuatoriano ejemplar: su honestidad, independencia y sinceridad en sus visiones y comentarios de la realidad; su compromiso con la verdad y, sobre todo, la cercana solidaridad con la gente, con los más débiles, con los grupos menos favorecidos.

Una de las obras por las que Simón Espinosa ha mostrado más entusiasmo perseverante es el Instituto de Investigación, Educación y Promoción Popular (Inepe), un notable proyecto educativo en el barrio La Dolorosa de Chilibulo, a los pies del Ungüí, al sur de la ciudad de Quito. Más de 20 años colabora semanalmente en la formación de los maestros del Inepe. Y nada suscita tanto entusiasmo vital y rejuvenece a Simón como este trabajo para una formación de calidad a jóvenes de sectores populares. El Inepe fue uno de los peticionarios del doctorado honoris causa.

He tenido el privilegio de estar cerca de Simón en largos años como profesor del Departamento de Letras de la Católica de Quito y en las columnas de HOY. El humor cáustico de Simón es parte de su genio y figura. Su originalidad y enorme inteligencia han adquirido la sabiduría de corazón ancho que solo concede la edad en una existencia que se vive con honradez y autenticidad. Tantas que, como en uno de los más extraordinarios casos de fortaleza evocados por Simón en esta misma página, el de Baruch de Spinoza, el filósofo judío holandés de ascendencia portuguesa y española, ahora Simón puede decir: “En lo que concierne a las cosas humanas, ni reír, ni llorar, ni indignarse, sino comprender”.