La más reciente erupción del volcán Sierra Negra en Galápagos brindó a los científicos una nueva perspectiva sobre cómo se comportan los volcanes, a la vez que aportó con información vital que ayudará a pronosticar los peligros de nuevas erupciones en las islas.

La investigación, publicada en la prestigiosa revista científica Nature Communications, revela la primera descripción detallada de una erupción volcánica del volcán Sierra Negra, uno de los más activos del mundo, que se ubica en la isla Isabela, la más grande del archipiélago de Galápagos, y que aloja a casi 2.000 personas.

La erupción de junio de 2018 comenzó después de trece años con actividad sísmica y con un levantamiento continuo de la superficie del interior de la caldera volcánica, que alcanzó 6,5 m de altura con respecto a su nivel original. Todo esto evidenció una acumulación gradual de magma debajo del volcán.

El estudio de esta erupción permitió encontrar las señales de hinchamiento del piso del volcán y señales sísmicas de las más grandes registradas previo a una erupción basáltica, registrándose incluso un sismo de magnitud 5.4, pocas horas antes de la erupción.

Fuertes sismos, incluyendo doce con magnitudes mayores a 4, permitieron que se abriesen nuevas fisuras en este volcán tipo escudo, alimentando flujos de lava que se extendieron 16 km hasta llegar al océano; estos flujos estuvieron activos durante casi dos meses.

Fue un duro recordatorio de la posible amenaza que constituyen las erupciones para la vida, los medios de subsistencia y la fauna icónica de la isla, en la que se incluyen la tortuga gigante galápagos de movimiento lento, la iguana terrestre, los pingüinos tropicales y otras especies.

Cuando terminó la erupción, el piso del interior de la caldera volcánica, de 8 km de ancho, era casi dos metros más alto que al comienzo de la erupción. Este fenómeno, conocido como “resurgimiento de la caldera”, es importante para comprender cuándo y dónde ocurren las erupciones, pero es raro y nunca se ha observado con tanto detalle como en esta ocasión.

A pesar de su importancia, la ubicación remota de las Islas Galápagos hizo que esta sea la primera erupción allí registrada por instrumentos de monitoreo modernos, incluidos sismómetros y GPS. Las erupciones anteriores, por ejemplo, las de 1948, 1953, 1954, 1963, 1979 y 2005, no tuvieron todas estas técnicas multidisciplinarias que registren y permitan analizar los procesos volcánicos con tanto detalle en las Islas Galápagos.

El inicio de esta erupción, la ubicación de la fuente y alcance probable de los flujos de lava fueron anticipados por los científicos del Instituto Geofísico a cargo del monitoreo y fueron comunicados oportunamente a las autoridades locales y a la ciudadanía, gracias al monitoreo permanente que el Instituto Geofísico realiza en las islas.

El equipo de investigación internacional, conformado por las universidades de Edinburgh, Estatal de Pennsylvania y de Tulane, además de los institutos Dublín de Estudios Avanzados y el Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, combinó datos registrados por instrumentos en tierra, por satélites y por el análisis de la composición química de la lava emitida.

Estos datos muestran cómo el magma que ascendió logró levantar de manera continua una especie de visagra en el suelo de la caldera, elevó la superficie y generó temblores. El nuevo conocimiento adquirido permitirá a los vulcanólogos del Instituto Geofísico seguir la evolución de los futuros procesos de reactivación volcánica en las Islas Galápagos y comunicar los resultados del monitoreo a las autoridades locales y al público.

El Dr. Andrew Bell, profesor de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edinburgo, quien dirigió la investigación, dijo que “La erupción de Sierra Negra en 2018 fue un evento volcánico realmente espectacular, que ocurrió en el ‘laboratorio viviente’ de las Islas Galápagos. Un gran trabajo en equipo y un poco de suerte nos permitieron capturar este conjunto de datos único que nos proporciona una nueva e importante comprensión de cómo se comportan estos volcanes y cómo podríamos pronosticar mejor futuras erupciones “.

Peter C. LaFemina, profesor de la Universidad Estatal de Pennsylvania en los Estados Unidos, dijo: “Los trece años transcurridos entre las erupciones del 2005 y 2018 tienen uno de los mejores registros de levantamiento de la superficie de un volcán con más de 6,5 m de hinchamiento.  Aunque la caldera se hundió 8,5 m durante la erupción, el sistema de fallas tipo visagra tuvo una elevación neta de aproximadamente 1,5 m después de la erupción.

Mario Ruiz Romero, sismólogo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, la institución encargada del monitoreo sísmico y volcánico en Ecuador, manifestó: “A través del monitoreo constante de la actividad de los volcanes de Galápagos desde 2013, realizado por el Instituto Geofísico, se detectó un aumento dramático de la sismicidad y una elevación constante del suelo del cráter en Sierra Negra. Cuando estas señales incrementaron sus niveles de actividad, rápidamente nos pusimos en contacto con colegas de Reino Unido, Estados Unidos e Irlanda y les propusimos trabajar juntos para investigar los mecanismos que conducirían a una inminente erupción de este volcán. Esta investigación es un ejemplo de colaboración y asociación internacional. Los resultados nos permiten conocer mejor como asciende el magma y el proceso que sigue para llegar desde el interior de la Tierra a la superficie generando una erupción volcánica”. Mario Ruiz es el coordinador local del proyecto ““Activación Dinámica y criticidad: Interacciones entre los terremotos y los disturbios del volcán Sierra negra, Islas Galápagos”, autorizado por el Parque Nacional Galápagos.

También colaboraron en el proyecto y contribuyeron en esta publicación científica Stephen Hernandez, sismólogo y Benjamín Bernard, vulcanólogo del Instituto Geofísico, Christopher Bean, profesor, James Grannell, analista sísmico y Martin Möllhoff, director de la red sísmica del Instituto de Estudios Avanzados de Dublin, Irlanda, Cynthia Ebinger, profesora y Sarah Oliva, estudiante doctoral de la Universidad de Tulane, Estados Unidos de Norteamérica, Falk Amelung, profesor de la Universidad de Miami, Marco Bagnardi del Centro de Viajes Espaciales de la NASA, Paul Lundgren, investigador del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, Machel Higgins y Andrés Gorki Ruiz de la Universidad Estatal de Pennsylvania Ruiz, Michael Stock, profesor del Trinity College de Dublin; Celine Liouzou de la Universidad Bretagne Occidentalede Francia, Matthew Gleeson, estudiante doctoral de la Universidad de Cambridge, Gabrielle Tepp del Servicio Geológico de Estados Unidos, entre otros.

El artículo puede descargarse gratuitamente en el sitio web de la Revista Nature Comm: https://www.nature.com/articles/s41467-021-21596-4